Al día siguiente de tan “fastuoso” acontecimiento, nos levantamos dispuestos a seguir con nuestro viaje a Murcia. Después de despedirnos de nuestros valientes colegas de la capital, tiramos, como se dice, carretera y manta. Una vez llegados a nuestro siguiente alojamiento, que nos depararía alguna sorpresa más adelante, fuimos directos a comer un poco de comida basura y a la sala para la prueba.
Sí, sí, que es muy grande, pero no tiene taquillero.
La sala Gamma prometía unas condiciones mucho mejores que las del pasado festival, pero tras los saludos a los chicos de Vendeta, empezamos a sospechar que allí no se daría cita ni el Tato.
Terminada la prueba con el afable técnico de la sala, tuvimos que hacernos cargo de la taquilla mientras tocaban nuestros compañeros de evento. Hombre, después de ser una de las salas más caras, podían haber puesto a un fulano que vendiera los tickets...vamos, digo yo. Pero bueno, pudimos ser testigos en primera fila de las 24 entradas vendidas. Llegamos a pensar que no venderíamos más de tres, por lo tanto el desastre fue menor. El que no se consuela...
La actuación de Vendeta fue una grata sorpresa para nosotros, pues estos chavales apuntan maneras.
Pasando a la historia en la sala Gamma
Luego dimos nuestro habitual repertorio de poses y chascarrillos pero, esta vez sí, con unas condiciones técnicas decentes. Lástima que la escasa asistencia nos dejara un sabor agridulce en la boca.
Llegaba el momento de volver a meter el equipo en la furgo, tomarnos una rápida cerveza con el grupo local e ir a buscar algún sitio en el centro de Murcia donde acabar de reventarnos de todo el finde. Un par de tranquilas consumiciones, dieron paso a la habitual tónica de esta gira: Miguel quiere quedarse hasta morir y el resto a dormir. Como somos mayoría y cada uno ya sabe lo que tiene que hacer, volvimos a nuestro hotel. En donde nos esperaba la desagradable sorpresa de un problema electrónico del acceso a la habitación del frontman y la de un servidor (el de las cuatro cuerdas...). Nos dieron otra habitación y tratamos de pensar que por la mañana el problema estaría solucionado. Craso error, los responsables tardaron más de la cuenta en abrirnos para recoger nuestras cosas y poder largarnos de allí. Por fín se pudo acabar con la situación, no sin antes esperar dos horas y media más de lo esperado. En fin, más de uno se puso harto de desayunar a costa de la gerencia del hotel por las molestias ocasionadas.
Esta ha sido la crónica de este dicharachero fin de semana metálico, aunque esperamos que las próximas sean con mejores noticias.
Hasta pronto.
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